Más allá de los mares del sur: la vida digna como tránsito colectivo

Andrea Suaste Gutiérrez

Más allá de los mares del sur / Itzel Sarmientos / México /2022

Todos los viajes conllevan movimiento. El tránsito entre un espacio y otro, ya sea real o metafórico, tiene una serie de implicaciones que remiten invariablemente a la transformación. La persona que sale de casa no es la misma que regresa a ella, así lo estipulan innumerables expresiones culturales que utilizan este tema como eje narrativo. Sin embargo, al pensar en una travesía marcada por la necesidad y la violencia, un viaje en el que no se espera un retorno al lugar de origen, se articulan nuevos cuestionamientos que ya no pueden pensarse desde el individuo, sino desde la búsqueda colectiva por la vida digna.

Más allá de los mares del sur (Itzel Sarmientos, 2023) se presenta como un cortometraje testimonial sobre lo que significa la migración para las personas sexodiversas; una renuncia hacia todo lo conocido en busca de un entorno que les permita vivir su identidad sin censura, con alegría. Su camino, no obstante, ha empezado desde mucho antes de cruzar ríos y fronteras; se remonta al momento en que las amenazas, la discriminación, la falta de oportunidades educativas y laborales decidieron que todo aquello que saliera del poder hegemónico de la heteronorma y el patriarcado no tenía cabida en su contexto.

Sin duda, esa cuestión constituye uno de los puntos nodales del filme: la visibilización de las múltiples violencias que acompañan a una persona LGBT+ en movilidad como parte de un problema estructural. Al mismo tiempo, se pone de relieve la necesidad de cuestionar las narrativas homogeneizantes alrededor de la migración, bajo las cuales todxs lxs migrantes atraviesan las mismas carencias y búsquedas. Estas preconcepciones representan un peligro, tal como nos comparten los testimonios, pues son el punto de partida de las agresiones y actos discriminatorios que en algunos albergues se reproducen hacia los grupos de la diversidad sexual.

Ante este panorama, el corto-documental opta por dirigir el foco hacia un paso más allá de la violencia, sin obviarla. La selva que una de las primeras voces describe bien podría servir como símbolo para englobar los diversos aspectos de la migración forzada: el sonido abrumador, la soledad, el hambre, el frío, la humedad constante y la pérdida. Sí, se trata de un entorno hostil y agobiante que, sin embargo, no difiere mucho del contexto que dejan atrás. Por otra parte, la selva también se articula como un lugar lleno de vida, un punto de encuentro; es ahí hacia donde apunta la narrativa de Sarmientos.

La colectividad como respuesta casi instintiva ante la amenaza constante es un elemento compartido que se puede encontrar en la experiencia de lxs protagonistas. Se hace evidente en el grupo de extraños en un campamento que sale en busca de la mujer con la pierna lastimada a la que han dejado de ver desde hace tiempo. O en el esfuerzo sobrehumano que implica recoger niñxs abandonadxs en el camino por su incapacidad de seguir el ritmo de la marcha. La necesidad de crear comunidades, de aglomerar vivencias, reconocerse en la vulnerabilidad y reconstruirse en compañía es palpable en la sonrisa que, pese a todo, se expande ante la palabra amor.

Estas imágenes encuentran especial resonancia al dialogar con identidades disidentes, pues representan un recordatorio de que los grupos fuera de la heteronorma, a lo largo del tiempo, nos hemos visto obligados a formar redes precisamente a partir de la amenaza y el despojo. No se trata de una comunidad hermanada por rasgos identitarios, sino por la necesidad práctica de protección ante la violencia heteropatriarcal, colonial y capitalista.

En ese sentido, el cortometraje ubica la desembocadura de sus distintas voces en Casa Frida, un refugio donde conviven migrantes pertenecientes al colectivo LGBT+. Reconocer la importancia de este tipo de espacios forma parte de una visión integral hacia los múltiples aspectos que componen la migración forzada, como un fenómeno complejo que involucra a la comunidad sexodiversa, y que muchas veces se pasa por alto. 

La narración testimonial se genera desde este lugar, dentro de un tiempo que pretende estirarse para postergar lo más posible la inminente partida, la continuación del viaje. Las experiencias relatadas encuentran sentido en dicha comunidad, en medio de esas paredes, palabras y manos tendidas que se han convertido en refugio dentro de la selva atravesada. A pesar de no constituirse como el punto final de su travesía, Casa Frida sí representa un parteaguas en el que se provee la resistencia colectiva como principal herramienta para continuar el camino.

De la misma forma, en el audio de la cinta se entretejen permanentemente sonidos, presencias, escenarios y texturas que nos permiten como espectadorxs formar parte de este acompañamiento; es una mezcla de voces que conviven en un mismo espacio de manera transitoria, y que quizás emula los ecos que cada narración encuentra en sus compañerxs. Las palabras se alzan firmes en medio de la bruma, para contar una historia que nos involucra a todxs.

La migración forzada en busca de derechos tan básicos como la identidad no puede plantearse sino como un gran viaje en conjunto que nos lanza interrogantes y deudas pendientes a la cara. Más allá de los mares del sur abre el diálogo hacia la creación de redes, no de comunidades vacías, sin genuinas estructuras que permitan continuar nuestros trayectos lejos del aislamiento, el miedo y la violencia.