Ni aquí/ ni allá: una travesía en la construcción de la identidad no binaria.

Fabiola Eunice Camacho.

 

Sin duda, el cine ha visibilizado narrativas que dan cuenta sobre la vida de la cuerpa social, no el cuerpo blanco, hegemónico cisheteronormado, sino una cuerpa libre y desmitificada, una cuerpa queer o cuir. Las últimas tres décadas hemos sido testigos de lo que ocurre en el cine LGBT+, la ficción y el documental han desarrollado en cientos de filmes distintas identidades, prácticas, relatos, en sí, la vida comunitaria con un rango de visibilidad capaz de traspasar las barreras del secreto, de los baños, de los clósets. Es cierto, el espacio lo han creado quienes han desplegado su historia desde la lucha y el deseo, a base de sostener su vida incluso ante las peores atrocidades. La mirada de quienes cuentan estas historias nos llevan a ese punto insospechado: adentrarnos en la experiencia íntima que desde el cine disidente se presume como poco pasiva, que en cambio propone un punto de colapso en las tensiones, en la advertencia, en el escarnio en contrapunto con la felicidad, en el derecho al placer y el orgullo de ser quién se ha decidido. Pero, ¿acaso todo está ganado? ¿qué pasa con las historias contemporáneas de cara a las narrativas binarias y de la blanquitud? ¿Cómo sostener los lazos con las familias, sus tradiciones y discursos erigidos desde las pedagogías de la crueldad?

 

Ni aquí/ni allá, opera prima de Ley Comas (Costa Rica, 1990), desarrolla tales preguntas mediante un relato que nos lleva hasta el inicio de su historia y la de su familia y expone lo que representa la lucha cotidiana desde casa por ser quien se ha elegido. Desde los primeros segundos, la cámara nos invita a adentrarnos en la travesía, a contemplar la imagen que se nos presenta desde una toma aérea hasta la residencia de la voz que despliega su testimonio: la madre de Ley. Así, el descenso se lleva a cabo mediante los relatos trenzados entre Ley y su madre, los planos nos llevan a dilucidar su pasado mediante las fotografías familiares, una historia rizomática que cobra un peso político con la voz de Ley quien expone cómo el dispositivo binario y su narrativa cisheteronormativa estableció la identidad sexogenérica desde su nacimiento y cómo desde ahí su madre no le acepta del todo, pues no entiende una identidad que va en contra de su propia tradición. Como lo advierte Paul B. Preciado, la historia de la palabra queer nos lleva a advertir su uso como un insulto desde el idioma inglés y la época victoriana, como una campana de cristal que exponía y separaba a les marginales que fueron albergando desde el desplazamiento de lo herético su posición vital. Sin embargo, a más de dos siglos de distancia, el sistema impuesto por las sociedades blancas heteropatriarcales y capitalistas no termina por romperse e incluso traspasa en algunos momentos a las prácticas disidentes, lo que nos lleva a no perder el sentido crítico de la identidad:

 

El movimiento “queer” no es un movimiento de homosexualismo ni de gays, sino de disidentes de género y sexuales que resisten frente a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante, atento también a los procesos de normalización y de exclusión internos a la cultura gay: marginalización de las bolleras, de los cuerpos transexuales y transgénero, de los inmigrantes, de los trabajadores y trabajadoras sexuales… Porque para retorcer el cuello a la injuria es necesario algo más que haber sido objeto de ella. El bla bla bla de un marica conservador no es más “queer” que el bla bla bla de un hetero conservador. Sorry. Ser marica no basta para ser “queer”: es necesario someter su propia identidad a la crítica. (Preciado, 2017)

 

Sus habilidades como cineasta le han llevado a colaborar en proyectos sobre conformación de narrativas e identidades en procesos de opresión, tal experiencia le lleva a formular una estructura intimista desplegada en un primer momento mediante la entrevista. La conversación nos lleva a preguntarnos cómo fue posible su travesía en un espacio heteronormado y regido por la fe cristiana, además de poner en tensión los afectos, las tradiciones de cara a la construcción de su propia identidad.

 

Es la cocina el espacio que para la mayoría de las familias latinoamericanas y afro caribeñas representa el corazón, el principio y fin de las conversaciones y conflictos,  donde habitan a la par el abrazo y el aroma de los gritos. Ese espacio permite una atmósfera orgánica, una intimidad que permite advertir las fricciones e incluso las heridas de las voces que nos exponen una cartografía íntima y las travesías de cada une. En ese sentido, la poética se nutre de los desplazamientos reforzados por las fotografías y el peso de la discursividad, ambas voces cuentan cómo fueron sus caminos, el deseo y la convicción que les ha llevado hasta ese encuentro con lo que culturalmente les une: una comida familiar que también sostiene su identidad afrolatina. De ahí que Ley sigue de cerca a las palabras de Preciado, someter su propia identidad a la crítica, frente a su origen, pero también frente a su trayectoria como cineaste que se ha desarrollado en Estado Unidos.

 

El registro de las corporalidades sostiene un sistema enorme de visibilidad política, pero también de densidad, en ellas se posan los puntos de interpretación que permiten sostener las narrativas y sus prácticas. La tensión se produce en el momento en el que el régimen de representación se ve interpelado por las corporalidades disidentes. El efecto que Comas logra al realizar acercamientos a las manos y no hacer planos hacia los rostros permite centrarnos en el diálogo y liberarnos al mismo tiempo de la interpretación binaria. Las voces son las que discuten, las que ponen en la mesa los desacuerdos, el dolor de quien no reconoce y de quien desea ser reconocide bajo sus propias reglas. En el momento que Ley responde a su derecho a no identificarse desde el régimen binario, nos lleva a reconocerle, a ver su rostro, nos invita a acompañarle incluso en sus trayectos cotidianos y a ver cómo se relaciona desde una identidad no binaria con su pareja y cómo es el proceso físico —incluidos los pinchazos hormonales—, que son nada frente al dolor de no ser aceptade por su madre, quien no está dispuesta a romper con su tradición y los mandatos de su fe.

 

Ni aquí/ ni allá permite discutir no solamente con los quiebres, sino pone en tensión el sentido de identidad cultural frente a la identidad de género. Elegir ser libre, amar y desplazarte en sus propios términos no es fácil para quienes provenimos de familias tradicionales cuyas reglas se rigen por los sistemas religiosos sobre todo en la región latinoaméricana y afrocaribeña, como es el caso de la familia de Ley. Seduce la exposición del sistema de fe no sólo como un impedimento, sino como el inicio de las violencias y los crímenes de odio hacia quiénes forman parte de la disidencia, así como la lucha constante incluso con seres queridos, con la familia biológica y con el resto de la sociedad. No obstante existen ciertos huecos sobre la vida cotidiana del cineaste que harían más fácil la construcción de su relato, como el hecho de su propio tránsito hacia otro país para ser cineaste queer, quizá eso hubiera dado la ruta exacta para cumplir  con su poética.

El cuerpo cisheteronormado se encuentra ante una ruptura, un umbral que lo acerca a su fin de ficción. Son las cuerpas carentes de derechos quienes rompen su sistema de fe, reproducen no sólo aquellas ficciones que se antojaban irrealizables, que podían ser el punto de persecución e incluso el encuentro con la muerte —como ha ocurrido en otros instantes—, sino que exponen sus propias travesías, el viaje de no retorno hacia la tierra imaginada, hacia un nuevo principio. Así, el documental propone que se adviertan no sólo las rupturas y contradicciones, sino también las formas de negociación y los afectos, invita a la travesía, a contar nuestra historia frente al deseo y la verdad.